Se trata de la frase más repetida a lo largo y ancho de las calles del centro de Madrid.
Al parecer como posible consecuencia de la crisis económica el número de vagabundos se puede haber multiplicado. Este hecho suscita hostilidades entre los propios mendigos, circunstancia que aprovechan muchos para ganarse el favor de los madrileños.
Por un lado hay pedigüeños descarados, Rodrigo, maestro de un instituto regresaba a casa tras su jornada laboral cuando un hombre le cogió por el hombro en petición de dinero, el profesor muy amable le invitó a comer al “Montaditos”, un bar con bastante prestigio. Lo que verdaderamente le sorprendió fue que a la llegada de las puertas del restaurante el vagabundo dijo con extraña repentizad “ si en realidad no tengo hambre, tengo algo prisa me tengo que ir”.
Por otro lado Andrés, que se dedica a crear sonidos a través de vasos de agua con cantidades dispares, se queja de la situación en las que está viviendo desde hace 3 años. “ No me parece bien que otras personas aparenten estar peor de lo que están con la intención de conseguir la caridad de la gente” comentó Andrés.
Estas son las dos actitudes que se pueden tomar en este mundo, que es el Cuarto Mundo. Para la desgracia de los que intentan salir adelante tienen que enfrentarse a personas de su misma categoría, a los que abusan de la confianza de las personas. Esta es la realidad a la que se tienen que enfrentar los hombres íntegros. Ante la posibilidad de perder una parte de la inversión caritativa puesta en estas personas, estos prefieren desconfiar. Los vagabundos se dirigen a las masas, a los lugares donde se concentran el mayor número de personas, con la espera de tener mayor número de ganancias.
Para su desgracia, todos los expertos en este negocio han pensado lo mismo.
Esperan mayor número de donativos en relación al número de personas. No es culpa de la crisis, sino que se trata del mismo panorama de un mundo en el que luchan personas honradas y despóticos.
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